La mirada al banco de suplentes cada vez es más fija, sin parpadear. El rostro se muestra serio, signo del compromiso y la seriedad que merece pelearle la Superliga a River. El semblante pertenece a un Carlos Tevez satisfecho, con la sensación del deber cumplido. De devolver esa confianza que Miguel Ángel Russo depositó en él, sin prometerle nada de antemano. De salir de la incertidumbre de seguir o no en Boca a este presente en el que verdaderamente se siente importante.