Había perdido los tres primeros partidos de la etapa de grupos y recibido 11 goles (5 de Manchester City). Por septiembre y octubre, la primera incursión en la historia de Atalanta en la Champions League se descontaba que iba a ser fugaz, efímera. Su paso quedaría como la breve aventura de un debutante en la competencia, con un fútbol tan ofensivo y romántico como inconsistente e ingenuo para hacerse un lugar entre los poderosos del continente. Cinco meses después de aquella impresión, la sensación es opuesta, porque Atalanta está cerca de meterse entre los ocho mejores de la Champions. Esa progresiva transmutación tuvo este miércoles una señal rotunda con el 4-1 a Valencia, en la ida de los octavos de final (el desquite, el 10 de marzo en España).

